TANGO ARGENTINO "ORGÁNICO"
TANGO ARGENTINO "ORGÁNICO"
Bailamos tal como somos: un ser complejo único, físico, mental, energético y espiritual, hecho de vivencias e historias propias que co-crean nuestra realidad diaria. En la práctica, el tango actúa como un espejo reflejando la manera en que vivimos nuestra individualidad, como nos relacionamos con nosotros mismo y los demás.
A menudo, las personas que se acercan y se aficionan al tango buscan algo más que meros movimientos coordinados, aunque de entrada no lo sepan. Pero, sea cual sea el motivo que incita a bailar – conectar con otras personas; experimentar un intercambio lúdico, emocional, sensual, expresivo; identificarse; afirmar su género; mejorar su confianza…–, la calidad del encuentro depende de la implicación, la concentración y el grado de conciencia que uno tiene acerca de su cuerpo, su forma de dar(se) y recibir(se), y lo que está dispuesto a poner en juego en el intercambio singular que plantea el tango.
Las repercusiones a nivel psicomotor y energético, sumada a la intimidad que propicia el acercamiento cercano a otro cuerpo, y la libertad formal que ofrece este baile, le confieren posibilidades creativas ilimitadas. En continua evolución, atravesado por corrientes múltiples que lo nutren y pueden modificar su forma sin alterar su esencia, no tiene fronteras pues habla de lo humano, pudiendo transformarse en un verdadero medio de cuestionamiento, crecimiento y expansión personal si uno lo desea.
Pero, cuando los protagonistas integran los fundamentos propios a cada rol de forma empírica y abierta, más aun se puede enriquecer el compartir entre ellos.
Dominar las bases técnicas propias a cada rol ayuda a reconocer lo que pertenece a uno u a otro cuando se baila. Permite elegir desde donde uno quiere actuar o recibir, como, cuando, y para qué. Facilita la activación de un lenguaje sensorial y orgánico considerado como femenino o masculino (energía que todos poseemos dentro), cual posibilita el manejo sentido y consciente de lo que está en juego en las propuestas y respuestas corporales. Incentiva la expresión de la propia sensibilidad y musicalidad así como el desarrollo de la capacidad de integrar y aprovechar en cada instante lo que genera el compañero de baile. Así, centrándose en cómo uno se da y da, como se recibe y recibe del otro; tanto el hombre como la mujer pueden inspirarse, los dos transitando entre momentos de receptividad o actividad consciente durante un mismo tango.
Cuando se consigue tal nivel de compenetración cada protagonista se apropia de las más mínimas señales corporales que manifiesta su compañero/a, integrando y transformando lo que recibe en respuestas a favor de la interacción. Así, los cambios de intensidad y de dinámica, las modulaciones respiratorias, la circulación de la propia energía dentro de cada cuerpo, pausas, aceleraciones, retenciones y acentuaciones se vuelven baile. Co-creando de esta manera un diálogo que va más allá del movimiento nace una "tercera entidad", suma de lo que cada protagonista aporta y lo que juntos generan entre sí, la noción de guiador/seguidor desapareciendo entonces por completo.
El enfoque tradicional de la enseñanza del tango suele situar al hombre en el rol activo y la mujer en el pasivo. La idea generalizada de un tango en el que el hombre “guía” y la mujer “sigue”, coloca desde el principio a la pareja de baile en un lugar que acota sus posibilidades creativas fijando los roles. (Por ejemplo es muy común que la mujer piense que debe responder a lo que le indica el hombre sin poder expresar lo que siente, aterrorizada (¡) por anticipar o “responder mal”, y que el hombre tenga la sensación de cargar con toda la responsabilidad del baile, o que debe hacer muchos pasos distintos sin parar para que su compañera no se aburre (¡)).
La clave de un “compartir tanguero” rico y pleno depende ante todo de la relación que uno tiene consigo mismo , su postura, eje vertebral, centro de gravedad, arraigo con la tierra y manera de caminar. A más consciente esta relación y estos aspectos, más posibilidades de interacción con el otro se propician.
Cuando se suma el deseo de abrirse ampliamente al otro, uno empieza a gozar plenamente del abrazo compartido, de un andar al unísono, una música, un sentimiento. ! Y cuando desaparece el concepto de rol fijo limitante, uno empieza a volar!
Toda relación se basa en el compartimiento. Éste, a su vez, depende de la comunicación, lo cual implica una participación equilibrada en un circuito de ida y vuelta de escucha, propuesta, respuesta, conciliación y creación común sobre la que se sustentará la evolución de la relación. En el tango, si los dos protagonistas quieren vivir un compartimiento pleno, experimentando distintas facetas de su sensibilidad y personalidad, es imprescindible equilibrar y ampliar la perspectiva de roles.
Si el hombre – quien orienta a la mujer en el espacio proponiendo la mayoría de los pasos – está dispuesto a escucharse plenamente y también a adaptarse a las respuestas corporales de su compañera de baile, dejándose inspirar por estas, y si la mujer se toma el tiempo de apropiarse de lo que percibe a fin de devolver lo que siente a su manera, podrán empezar a interactuar libremente en el baile.
La crisis tangueras" surgen a menudo en el proceso que conlleva el aprendizaje ligado a este baile, debido a la integración de pautas nuevas que piden constantes reajustes, no solamente técnicos sino tambien mental, emocional y corporal. Y a vecez, puede desanimar, aunque sea totalmente "normal" !ya que no se consigue profundizar sin estas!
En un principio estas "crisis" seulen darse con cierta frecuencia, pero aún cuando se baila tango desde años - incluso décadas - suelen aparecer unas encrucijadas durante las cuales uno se da cuenta de que, siendo “buen bailarín” y teniendo un vocabulario de tango amplio, el “compartir bailado” ha dejado de satisfacer tornándose apremiante, el disfrute que se sentía desapareciendo a veces hasta el punto de cuestionar el deseo de seguir bailando. Lo que se experimenta entonces puede ser vivido como:
Una etapa en la cual ya cansa o aburre acumular más pasos y secuencias de forma mecánica, automatizada, o reproducir y transmitir lo aprendido sin más. Un momento en la cual el concepto mayormente aceptado que el hombre guía y la mujer sigue se torna limitante. Un punto de inflexión que impide sentirse cómodo físicamente o abrirse más a lo que propone el otro. Unas fricciones o tensiones interna que dificultan la relación con el compañero/a de baile, impidiendo aprovechar las diferencias en el compartir para crear un tango juntos que deje de ser “unilateral”. Un momento en que ser reconocido como buen bailarín ya no es la meta. Una parada poniendo de manifiesto lo más importante – sin que se logre conseguir o solo de forma intermitente – que es el disfrute que se siente y se trasmite bailando (tanto postural, corporal como emocional). Una crisis que hace brotar un sinfín de dudas sin resolver que cuestionan todo lo que sabes o crees saber.
¿Cómo salir de la repetición en bucles de secuencias aprendidas de memorias?
¿“Cómo abrir las posibilidades de interacción en la pareja de baile?
¿Cómo despojarse de la sensación de aburrirse o de aburrir a la compañera/o de baile?
¿Cómo dejar de temer “hacer lo mal” o creer que no se baila lo suficientemente bien?
¿Cómo matizar lo que se ofrece y enriquecer los intercambios?
¿Cómo ampliar las perspectivas de role para salir del concepto de de guiador/guiado?
¿Cómo dejar de sentirse en tensión o incómoda físicamente con uno mismo o con el otro?
¿Cómo afianzar lo que es a favor del bienestar corporal y postural dejando de compensar los desajustes posturales de los demás dañándose?
¿Cómo confiar en su intuición, y percepciones?
¿Cómo mejorar o recobrar la conexión y el disfrute con uno mismo o/y con el otro?
Para ilustrar este hecho he seleccionado algunas preguntas que emergieron de forma recurrentes en varios intercambios con apasionados del tango que, en algún momento de su recorrido, se sintieron frustrados o insatisfechos al respecto.
Espero poder así facilitar el reconocimiento de las posibles razones a raíz de los “malestares tangueros” que me fueron sometidos, (cuales pude experimentar también con más o menos intensidad a lo largo de mi viaje como bailarina y profesora), ya que encontrar los “porqué” y los “para qué” es la primera clave para fomentar cualquier cambio que permita restaurar el placer, la armonía y la fluidez bailando si se ha perdido.
Si sintonizas con algunas de estas preguntas te invito a echar un vistazo al contenido de los cursos que propongo y a leer mi artículo sobre los roles y el tango. Tal vez te animará a probar una clase conmigo que te permita descubrir cómo responder concretamente a esas preguntas y resolver algunos de tus asuntos tangueros pendientes…
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